Llevaba casi 17 días sin poder sonreír. No podría mencionar el momento exacto en el que eso ocurrió; tal vez lo causó una película con una trama sentimental desbordante, algún objetivo frustrado o el paso del tiempo … Vete tú a saber.
Lo cierto es que no era causante de ningún tipo de pena, melancolía o tristeza, más bien todo lo contrario.
Lo cierto es que no era causante de ningún tipo de pena, melancolía o tristeza, más bien todo lo contrario.
De algún modo me enorgullecía el dejar de sonreír a la primera de cambio, tal vez por ese aire místico de aquellas personas de arduas vivencias. Apenas recordaba el retumbar de mis carcajadas tras escuchar algún chiste mal contado. Había dejado, incluso, de buscar caracteres burlescos en mi entorno.
Ahora solo me quedaba disfrutar del incesante golpear del pelo en mi cara a causa del fuerte viento costero. Mirar por encima del libro, que leía con lentitud, aquellos cuerpos, algunos ya tostados por el sol y otros deslumbrantes, unos tímidamente semidesnudos y otros destapados sin un ápice de reparo.
A través de la fisonomía y somatotipo de aquellos extraños, jugaba a adivinar en qué podrían trabajar, qué hábitos alimenticios tendrían e incluso, a que dedicaban su tiempo libre.
¿Cuánto tiempo más sufriría esos síntomas?