domingo, 2 de agosto de 2009




Llevaba casi 17 días sin poder sonreír. No podría mencionar el momento exacto en el que eso ocurrió; tal vez lo causó una película con una trama sentimental desbordante, algún objetivo frustrado o el paso del tiempo … Vete tú a saber.
Lo cierto es que no era causante de ningún tipo de pena, melancolía o tristeza, más bien todo lo contrario.


De algún modo me enorgullecía el dejar de sonreír a la primera de cambio, tal vez por ese aire místico de aquellas personas de arduas vivencias. Apenas recordaba el retumbar de mis carcajadas tras escuchar algún chiste mal contado. Había dejado, incluso, de buscar caracteres burlescos en mi entorno.


Ahora solo me quedaba disfrutar del incesante golpear del pelo en mi cara a causa del fuerte viento costero. Mirar por encima del libro, que leía con lentitud, aquellos cuerpos, algunos ya tostados por el sol y otros deslumbrantes, unos tímidamente semidesnudos y otros destapados sin un ápice de reparo.

A través de la fisonomía y somatotipo de aquellos extraños, jugaba a adivinar en qué podrían trabajar, qué hábitos alimenticios tendrían e incluso, a que dedicaban su tiempo libre.
¿Cuánto tiempo más sufriría esos síntomas?

viernes, 31 de julio de 2009

Sintió que era el momento de definirse, ¿Que qué entiende como definirse?
Bueno, ella dice que va más allá de saber quién es y qué quiere.

Parece necesitar trazar una tímida línea cual carretera de unión entre dos grandes ciudades separa sus ordenados carriles a través de líneas intermitentes que juegan a tocarse la espalda. Línea imaginaria, por supuesto, fronteriza del querer propio y del ajeno. Que el caos borra a su antojo como borraban aquellas gomas “Milan” que acompañaba a todo alumno de EGB por aquellos tiempos, eliminando intentos fallidos.

Y al hacerlo, necesitaba sentir la misma seguridad que esos mismos niños sentían cuando se disponían a pasar el bolígrafo por encima del que iba a ser su propia creación.

jueves, 30 de julio de 2009

noe (lia) con influencias



Evitaba por todos los medios alzar la vista a través de la ventana del asiento trasero de aquel Coupé gris metalizado. Me parecía realmente estúpido leer cada uno de los carteles, rótulos, señales, etcétera, puestos cuidadosamente para cumplir ese cometido. Leía con especial delicadeza aquellos escritos en catalán… me recreaba vocalizando cada sílaba, parecía que, dijera lo que dijera, siempre sonaría melódicamente bien. Y me invitaban a seguir con aquél juego.
Pero aquella noche traté de evitarlo ¿Motivo? Era aquel sentimiento, ¿Cómo llamarlo?... ¡Vergüenza ajena! Me invadía sin excusa férrea. Pero ya era algo común en mi, sentía esa vergüenza, similar a la que provoca la caída de algún desconocido un día lluvioso tratando de cruzar un paso de cebra paraguas en mano, la sentía continuamente. Es como sufrir algo parecido a una leve esquizofrenia y aguantar que tu lado más pragmático se quede atónito, observando como alguien idéntico a él anda desnudo tarareando palabras, subido a una nube delicadamente definida, mientras todos le miran… Insoportable.
Y, es que, anda más preocupado por qué cara ponen los demás cuando oyen sus cánticos, que no en entonar bien los mismos.